Y aún así siempre hay gente que sale escaldada, torcida de verdad, con los brazos en alto y perdigonazos en los sobacos esperando a recibir un dardazo más porque de hecho, es lo único que conocen. Pero tú le abrazaste fuertemente para que no doliese más, le enseñaste el mar y entre aquella historia y otra le contaste que también le sabrían querer mejor, que los secretos de su pasado ya no removerían molino, como el agua de anteayer, y que el atardecer que se dibujaba en sus pupilas sería suyo y de quien elijiese a partir de ese preciso instante.
Ese momento en el que él te quiso para siempre, donde hizo un voto de silencio consigo salvaguardando tú lugar allí donde estuvieras. Y te llevaste el sol, los colores y los atardeceres descubiertos en los embarcaderos del norte de su alma, y él volvío a pasear, pero sin la misma sonrisa, con disntito sentido pero con idéntica melancolía.
Una nostalgia que acompañaría a tu asuncia hasta el fin de su sentimiento, hasta el próximo rescate, el de otro amor de verdad, de esos que te cambian la vida y que te hacen ser el mejor de los mejores movidos por un sentimiento que entiende de todo menos de dardazos y dolorosos perdigonazos. Ya muy lejos de poner los brazos en alto y gritar hasta caer rendido bajo unos pies que al levantarte te hacen reconocer cuan cerca del suelo te encuentras, y es que desde el cielo, todo tiene una perspectiva mucho mejor.
Soy tu fans, saber pq? por la vos.
ResponderEliminarA mi enseñame un sentimiento que entienda de los perdigonazos por que los que tengo ahora no querer comprender.