Y entonces nos encontramos. Te abrace, más fuerte de lo que recuerdo haber hecho nunca y me abrazaste, con la misma ternura de siempre. Santa Clara, Urgull, el puerto, el paseo de la Concha, el Palacio Miramar, el mirador de antes y todo, me hicisteis dudar… de cuanto ví y por cuanto sentí en ese mismo instante.
Y entonces recordé, que la sensación de antes no era tan cierta, porque mi vida no era como la había imaginado, sino que era aún mejor. Y rescatamos, revivimos, o más bien urgamos para encontrar respuestas de antaño, entre dimes y diretes que ya no logramos descifrar, desmarañar en un contexto que nos alejaba muy mucho de un pasado aparentemente tan cercano.
No eramos los mimos, eramos distintos, mejores y solo el incierto tiempo nos había dado la respuesta a todas esas cosas habidas y por haber escondidas en el baúl de nuestros recuerdos. Cuidando la luz, farolillo en mano me despedí de todo, de mi ciudad, de ti, de mis recuerdos pasados y futuros estrenos. No fue un hasta siempre, sino un hasta mañana, de esos que retornan… porque las cosas que uno ama de verdad se sienten vivas muy adentro, en un lugar donde nadie ni nada es capaz de llegar por mucho que se empeñe en ello. Ni siquiera el miedo…